La dignidad de la riqueza

Si se hiciera ahora mismo una encuesta a los venezolanos para sondear su preferencia entre ser ricos o pobres, apostaría que la respuesta favorecería la opción de la riqueza. Los venezolanos no estamos hechos de una madera distinta al resto de la Humanidad en tanto seres humanos con inteligencia, capacidad, habilidades y aspiraciones. Si a eso sumamos la generosidad de nuestra tierra en recursos naturales, no hay razones para elegir la pobreza, por muy digna que se pinte, cuando disponemos de todo el potencial para desarrollar los medios que nos conduzcan dignamente a la riqueza.

El presidente Chávez pretende, una vez más, estigmatizar la riqueza, como si fuese malo, vergonzoso o indigno ser rico, cuando más bien es todo lo contrario. Los hombres y mujeres de este país están en su derecho de tener ambiciones, de aspirar a un mejor nivel de vida, de progresar en la educación, en el trabajo, en la seguridad, en el entretenimiento. Si no fuese así, no tendría sentido alguno prepararse en un oficio o profesión, no merecería la pena trabajar, no sería necesario levantarse tan temprano.

Los venezolanos no madrugan porque les divierte, sino porque son gente responsable y porque las condiciones de nuestras ciudades, del tráfico y del servicio de transporte imponen la necesidad de hacer inmensas colas para tomar el autobús, el carrito por puesto o el metro con la finalidad de llegar a tiempo al trabajo. Los venezolanos no trabajan porque se aburren en la casa, sino porque hay que suministrar a la familia el alimento, la ropa, los útiles escolares, pagar el alquiler y los gastos mensuales, en fin, adquirir una serie de cosas necesarias para la vida. Los venezolanos saben que si no trabajan, no tienen posibilidades de cubrir sus necesidades.

La otra cara de este esfuerzo es que el trabajo constituye la fuente natural de la riqueza. Ser rico no es ser millonario, esa idea de la riqueza es un error. Ser rico es tener con qué vivir sin provocar lástima, sin esperar una limosna, sin mendigar favores, sin ser una carga para nadie, ni siquiera para el Estado. La riqueza es buena porque significa que la persona ha sido capaz de salir adelante, de resolver los problemas cotidianos, de obtener lo que necesita por sí mismo, porque se lo ha propuesto, porque se lo ha sudado, porque lo que tiene se lo ha ganado honestamente con su trabajo. La dignidad de la riqueza consiste en ese sentimiento de orgullo, de satisfacción, de suficiencia para coger al toro de la vida por los cuernos y doblegarlo. Significa, además, hacer uso de la libertad individual para alcanzar la libertad económica y, por consiguiente, cierta seguridad y estabilidad.

En Venezuela no se justifica que exista un índice de pobreza tan elevado. Este país todavía se está haciendo y es mucho lo que falta por construir (carreteras, autopistas, puentes, casas, escuelas, etc.) y por desarrollar (industrias, turismo, minería, tecnología, etc.). Es perverso promover la aceptación de la pobreza. Si se multiplicaran las opciones de empleo y se ofreciesen garantías a la empresa privada, la incorporación (sin discriminación) de los trabajadores en el mercado laboral formal haría posible que ese 80% de venezolanos pobres estuviese en este momento haciéndose rico.

24 de mayo de 2005

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