El hombre en la ventana


Assunta estaba en la cocina cuando oyó que tocaban la puerta. Con el peso de sus años en los pies se dirigió a la entrada de la vieja casa y abrió. Dos carabineros la saludaron cortésmente y le preguntaron por el hombre asomado en la ventana.

Se fue a pasear el perro –les dijo– y cuando volvió, se acercó a la ventana y ahí está desde entonces. Ya va para dos años, noche y día ahí sentado. ¡Está tan flaco, el pobre! No quiere comer, no bebe ni agua. Converso con él todo el tiempo, pero está tan concentrado en sus propios pensamientos que no sé si me escucha. Aun así es buena compañía. Llevamos casi cincuenta años de casados y, como no pudimos tener hijos, únicamente nos tenemos el uno al otro. Cuando yo muera, tienen que enterrarlo conmigo. Pero antes de eso, de ninguna manera.

La foto del hombre en la ventana fue tomada por quien narra esta historia, desde las escalinatas de la Piazza di Spagna, en Roma, el verano de 2010.

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