El futuro se ve desde el pasado

No hay bola de cristal, ni cartas, ni caracoles en los que pueda vislumbrarse el futuro. Insisto en que si se quiere tener alguna idea de por qué están las cosas como están y cuál es el posible desenlace del drama que a cada país le toca en -buena o mala- suerte vivir, la única luz se halla en el túnel de la Historia. Basta con mirar hacia atrás para "adivinar" lo que hay más adelante. Y, también, para entender lo que sucede en un momento determinado, por ejemplo "ahora" en Venezuela, Bolivia y Ecuador.

Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa no aportan ninguna innovación al modo en que la política ha transcurrido en la mayoría de los países del mundo desde cuando ésta se inventó. Las ideas que promueven y defienden ni siquiera son suyas, provienen de lejos en el tiempo y en el espacio. Nada han agregado al catálogo de características que definen a un gobierno como populista, caudillista, autoritario, militarista o comunista, rutas por las ellos, en el mismo tren pero en vagones distintos, transitan. Lo que han hecho ha sido adoptar una ideología, tratar de adaptarla a las condiciones generales de sus respectivos países, y venderla como si la hubiesen retocado con un pincelazo de nacionalismo que tampoco ha nacido de sus partos mentales.

Releyendo, después de cierto tiempo, un par de libros cuyos autores analizan, desde puntos de vista y posturas ideológicas completamente opuestos, el problema del subdesarrollo, la miseria y la corrupción político-institucional en América Latina, he llegado a dudar que exista alguna "salida" compartida, aceptada y ejecutable para nuestra región. No por falta de propuestas acertadas y viables, que las hay en cantidad, sino por exceso de vicios en todos los sectores de nuestras sociedades. Esto es lo que impide transformar en hechos las reformas necesarias y lo que, simultáneamente, agrava la infección que padecemos.

En Los fabricantes de miseria, Apuleyo Mendoza, Carlos A. Montaner y Alvaro Vargas Llosa -100% liberales- exponen sin ambages las causas, los procedimientos y las consecuencias de la actitud que asumimos los latinoamericanos ante nuestros problemas más acuciantes, y de la aptitud que hemos desarrollado para sobrevivir al caos, aprovecharnos de ello y hasta contribuir a mantenerlo.

En Las venas abiertas de América Latina, Eduardo Galeano -de la rancia izquierda- lleva a cabo una minuciosa disección en el malogrado cuerpo de nuestro continente, detectando en cada uno de sus órganos los tumores imperialistas y los virus nacionalistas que le llevan a la tajante conclusión de que la culpa de nuestra situación la tienen "otros".

Ambos trabajos merecen atención, independientemente de las tendencias políticas de los autores, porque en sus páginas aparece dibujado buena parte del pasado que nos concierne y del presente que nos estremece. Nuestro futuro dependerá de lo que hagamos con lo que tenemos, del modo como usemos las herramientas con las que contamos. La institucionalidad es una de ellas, siempre que no haya sido destruida. Los partidos políticos son la expresión natural de la democracia, siempre que no hayan sido suprimidos. El sufragio es el mecanismo de elección y decisión por excelencia, siempre y cuando sea transparente.

13 de febrero de 2007

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