Mateo constitucional

Es sorprendente la dedicación y velocidad deplegada por la Asamblea Nacional Constituyente en los últimos días, pero más impactante aún es la pasmosa ligereza de que ha hecho gala para aprobar tantos artículos de un solo "manotazo", sin detenerse a valorar la trascedencia de su contenido, la procedencia o la improcedencia de su inclusión en la Carta Magna, la herméutica jurídica, filológica, semántica y filosófica de cada artículo, la coherencia de las propuestas, su genuina necesidad de existir, etc.

En apenas tres o cuatro días se aprobaron, para descontento de la mayoría del país, pero con la dócil anuencia de la mayoría de la Asamblea Nacional Constituyente, artículos fundamentales como los relativos a la información veraz, el aborto, la unicameralidad, el "seis más seis", las muy amplias atribuciones de la futura Asamblea Nacional, en otras aberraciones. Y al parecer, la precipitación degeneró las propuestas y hasta produjo excesos, pues algunas coliden frontalmente con el criterio chavista -si se puede decir que mantiene alguno-, y otras son tan complacientes con sus deseos, que repugna. Quizás por eso se habla de discutir nuevamente el artículo relativo al nombre de la República, cuya improbación no es aprobada por Chávez. Debería saber que es un pleonasmo su invento de "República Bolivariana de Venezuela".

Ante este escenario rebosante de magnánimos y diligentes servidores de la Patria, águilas en raudo vuelo contra el tiempo, afanadas en alcanzar el cenit en franca lisonja al nuevo benemérito, es inevitable preguntarse dónde estaba escondida esa gente tan trabajadora y eficiente, mientras los hoy defenestrados ex-becarios del Congreso interpretaban ese clásico teatro político venezolano que duró cuarenta años en cartelera. Porque lo que observamos en la ANC es una estampida de artículos y manos en banderola que se suceden casi simultáneamente. Y también la desproporcionada concurrencia de un grupo de personas que siempre toma la palabra y otro grupo que solamente levanta la mano. Lo novedoso es que todos parecen expertos.

Es de entender que una minoría constituyente, pese a su sentido común y conocimiento del Derecho, no podría bajo estas circunstancias imponerse a una mayoría ignara que obedece a un interés mezquino de poder y a la insaciable sed de venganza sobre un grupo de relegados fósiles políticos que, más que derrotados, se han autodestruido. Lo que resulta inconcebible es la alienación de la Asamblea Nacional Constituyente a las caprichosas exigencias de tiempo de Chávez y, peor aún, a sus personales pretensiones en el contenido de la nueva Constitución.

Todos sabemos que esta obra, así gestada, de aprobarse, se mantendrá vigente solamente "seis más seis".

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