¿Es conveniente engañar al pueblo?

He tomado prestado para este artículo el título de una obra que reúne una selección de algunos de los textos presentados al concurso convocado por la Academia de Ciencias de Berlín, bajo los auspicios de Federico II de Prusia, en 1778.

El tema viene a cuento a propósito de la actitud asumida por algunos dirigentes y militantes de las organizaciones políticas PCV, PODEMOS y PPT ante el dilema de elegir adherirse o no al incipiente Partido Socialista Unido de Venezuela, especialmente después del ultimátum pronunciado por el Presidente Chávez. Quedó bastante claro, tanto para ellos como para la sociedad venezolana en general, que sólo aquellos que están dispuestos a someterse a los designios del líder de la revolución, prevalecerán. Lo que ha sucedido a partir de entonces, la estampida de algunos gobernadores, alcaldes, ediles, representantes y miembros de los mencionados partidos hacia el túnel ciego del partido único, es demostrativo, al menos, de tres realidades.

La primera, que estos individuos han estado engañando descaradamente al pueblo, haciéndole creer que es su vocación de servicio la que les impulsa a participar en la cuestión política y a asumir cargos en la administración pública, cuando el único interés que les mueve es el suyo propio. Este parasitismo es el modo de sustento que han encontrado para satisfacer, además de sus necesidades, sus ambiciones de poder, privilegios y bienes materiales. Es indubitable la falta absoluta de dignidad personal y, por lo tanto, de respeto hacia sus conciudadanos.

La segunda tiene qué ver con la motivación que impulsó a estos individuos a fundar y representar sus respectivas organizaciones políticas, y con la indisciplina e irresponsabilidad con que se avienen a abandonarlas e incluso a disolverlas, sin respeto alguno por los miembros de base del partido. Es más que evidente que sus convicciones políticas son apenas conveniencias prácticas.

La tercera se enfoca en el drama del pueblo que, según se vea, puede ser de endémica ignorancia o de absurdo fanatismo. Cualquiera de estas manifestaciones refleja un déficit sociocultural del cual abusivamente se aprovechan, no sólo el conductor de la revolución en cuanto máximo promotor del partido único, sino los integrantes de su equipo de gobierno y de las rémoras partidistas adosadas a éste.

De los escritos elaborados en 1778 por Castillón, Becker y Condorcet, se desprende que es menester distinguir entre el error, la razón de Estado y la mentira. En muchas ocasiones un gobierno estima necesario ocultar determinados errores, cometidos por imprevisión, negligencia, o por abuso de autoridad, para evitar una reacción del pueblo capaz de poner en peligro la seguridad y la paz sociales. En cuanto a la razón de Estado, se entiende como una facultad jurídica extraordinaria ante situaciones excepcionales con el fin de proteger a la ciudadanía o defender la soberanía nacional.

Pero la mentira es un recurso muy distinto de mantener en secreto una determinada circunstancia dentro del ámbito legal, y, hasta cierto punto, difiere también del ocultamiento del error cuando éste constituye un resultado no deseado ni previsto. La mentira equivale a traición, a engaño deliberado. Supone una conducta hipócrita, artera, cínica. Quien miente lo hace siempre con pleno conocimiento de la falsedad de lo que dice, porque, a diferencia de quienes le escuchan, sabe cuál es la verdad tras el embuste.

Estos falsos dirigentes y militantes políticos, tanto los que ejercen funciones dentro de los poderes públicos como los que no, están demostrándole al pueblo venezolano y, en particular, a los sectores que les han apoyado, que sus respectivos partidos políticos fueron simplemente el trampolín necesario para acercarse al gobierno de turno y que su único interés sigue siendo mantenerse en la nómina del Estado. Mintieron en cuanto a sus valores, mintieron cuando juraron creer en los principios fundantes de sus partidos, le mintieron a sus propios compañeros y, por supuesto, le mintieron al pueblo que creyó en ellos, les siguió y estuvo dispuesto a defender las insignias, los colores y la doctrina de estos partidos. ¿Qué duda cabe de que le mienten también a Hugo Chávez, afiliándose por la fuerza al PSUV, sin otra razón para ello que la vergonzosa necesidad de humillarse para sobrevivir?

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