Descompuesta e indispuesta

¿Cuándo se descompuso este país? Hasta ahora, no he conseguido una respuesta a esta inquietud. Cuando pregunto, la gente se queda pensativa un instante y luego contesta con una fecha cualquiera o con un gobierno cualquiera. La verdad es que resulta muy difícil determinar el momento en que Venezuela desvió sus pasos de los nobles caminos para adentrarse en la espesura salvaje del desorden, la corrupción, la incultura.

Quizás la primera duda es si alguna vez fuimos realmente un pueblo libre, si alguna vez este país conoció una administración pública honrada, si han llegado a interesarnos la educación y los valores. Si hubiesen respuestas positivas para estos planteamientos, cabría entonces suponer que en un momento dado comenzó el proceso de descomposición que dura hasta hoy. Sin embargo, si la libertad es la antítesis del totalitarismo, y la honradez lo es de la corrupción, y la cultura de la ignorancia, ¿por qué nuestra historia política se caracteriza por el caudillismo, y nuestros balances económicos por la malversación del erario público, y nuestro norte de moral y luces por el obscurantismo?

No encuentro coherencia entre los conceptos libertad, soberanía, democracia y administración que manejamos y la aplicación que de ellos se hace. Al parecer, no la ha habido nunca, así que volvemos al principio, pero casi convencidos de que Venezuela siempre ha estado descompuesta. La independencia no fue más que el cambio del yugo español por el criollo, sobre los mismos bueyes y en una extensión de tierra cada vez más reducida. Saltamos de la dictadura a la democracia sin saber degustar la libertad y sin entender que los derechos son correlativos de los deberes. La soberanía es un término tan abstracto y ambiguo, que nos da igual asociarlo al territorio, al pueblo, al gobierno, o incluso a la voluntad individual. La democracia ha sido más una muleta que un sistema, y en lugar de servirnos de ella adecuando y perfeccionando sus técnicas, hemos abusado de su utilidad hasta desgastarla. La administración es una alcancía que todo el que llega a Miraflores no puede evitar la tentación de romper.

A estas alturas, Venezuela sufre una lamentable indisposición de espíritu. La otrora bella y rica del continente, hoy luce ajada y pobre. Pocos hacen algo por ella, nadie da nada ya por sus favores. Tiene la estampa de una indigente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comparte tu opinión sobre este post.

Instagram