Constitución de papel

Así que lo que está escrito en la Constitución es letra muerta, refulgente ornamento para impresionar a los ingenuos, arte bello e inútil, apto nada más que para la contemplación. Así que toda la faramalla en torno a las garantías constitucionales, a la razón de ser de las instituciones, a la tutela judicial, es solamente bálago y rastrojo. Así, pues, que mi libertad no es mía, y que es “otro” el único con derecho a arrebatarme mi derecho a disponer de mis derechos.

Así, sin preguntarme si estoy o no de acuerdo, sin interesarse por mi opinión, sin tomar en cuenta mi ciudadanía, sin prestarme la menor atención, el otro me ignora por completo, diríase que me atraviesa longitudinalmente, para usurpar mi personalidad y arrogarse atribuciones que yo jamás le otorgaría. El otro pretende anularme como individuo, asumiendo en mi nombre una representación que no le he conferido. Así es como el otro, sin mi consentimiento, decide por mí, aun cuando no existo para él. Tal como el otro se comporta conmigo, lo hace con el resto de los venezolanos que tienen otros modos de pensar. Pero el otro no es solamente Hugo Chávez, sino también quienes, a partir de él, se convierten en “los otros” con respecto a nosotros al obedecer sus órdenes, ejecutar sus planes y satisfacer sus caprichos.

Entre la Constitución y el otro, es de suponer que las disposiciones de aquélla predominan sobre el mandato de éste, porque tratándose de la Ley Fundamental, él, como todos los demás ciudadanos, debe sometérsele. Y también los otros (v.g. los ministros y los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia). Pero esta es una suposición equivocada, pues no es así como se aplica la Carta Magna en Venezuela. De hecho, ni siquiera se aplica, salvo para lo que le conviene al otro. De donde sólo cabe concluir que “la bicha”, barbarismo que él mismo eligió para identificarla, es un apodo más que apropiado para denominar lo que ha sido reducido a un malogrado papel, y que para el otro y sus otros apenas equivale a una bichoronga. Si la Constitución es esto para el Jefe del Estado y sus secuaces, es natural que se sirvan de ella como de una prostituta, para usarla a su antojo cuando la necesitan y desecharla cuando les incomoda.

Por algo Ferdinand Lassalle –fundador del primer partido socialista alemán– en su discurso “¿Qué es una Constitución?”, identifica el poder político-militar del gobernante con “los factores reales de poder”, y distingue entre el poder de la nación (del pueblo) y el poder del ejército, para afirmar que “la verdadera Constitución de un país sólo reside en los factores reales y efectivos de poder que en ese país rigen”.

En Venezuela, la Constitución fue derribada de su pedestal cuando Hugo Chávez comenzó a actuar como lo hiciera Bismarck en Alemania, según cuenta Lassalle: “Quedaos vosotros con la hoja de papel…; a mí me basta con manejar los factores reales y efectivos del poder organizado, el ejército, las finanzas, los tribunales de justicia, estos factores reales de poder, que son en última instancia los que deciden y dan la norma para la práctica constitucional”.

A estas alturas, todos sabemos quiénes son los otros, cuáles son sus objetivos y en qué han degenerado, durante este gobierno, los factores reales de poder. La Constitución, sirviendo para todo, como dijera José Tadeo Monagas, no sirve para nada si para una parte del pueblo es la máxima ley, mientras que para la otra parte no pasa de ser un simple papel.

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