La economía en aprietos

No funciona. La planificación económica basada en el modelo socialista no funciona. La regulación de precios desordena el mercado. El control de cambio estrangula las inversiones. El acoso fiscal reprime la libertad individual. El Estado empresario arruina al sector privado. Este comportamiento del Estado enrarece las condiciones para la producción y el normal desenvolvimiento de las relaciones comerciales, y es una de las causas de la especulación, de la inflación y de la escasez de productos.

Sin embargo, el gobierno venezolano se niega a reconocer el grave y costoso error en el que está. Su insistencia en imponer a troche y moche un sistema de economía dirigida, controlada y maniatada, a fuerza de ideología y de una ristra de conceptos equivocados, está llevando al país a un estado crítico. Sin embargo, el gobierno nacional niega la evidencia anunciando cifras falsas, mintiendo acerca de la producción y emitiendo declaraciones contrarias a la realidad que muestran los abastos, supermercados y, también, los mercales y mercalitos en todo el territorio.

El punto es que la economía de un país no depende de las medidas que el gobierno asuma, al margen del modo en que se desarrolla y de los cambios constantes de la economía mundial, precisamente porque el mercado es un orden dinámico, determinado por cantidad de factores diversos, uno de ellos, la decisión del consumidor, es decir, la selección que éste hace de ciertos productos en lugar de otros y de pagar por ellos el mejor precio posible. Esta capacidad de elegir, de acuerdo con sus necesidades y con la disponibilidad de sus recursos, es lo que pone en movimiento el gran aparato productivo y comercial que se refleja en la ley de la oferta y de la demanda.

El gobierno venezolano piensa, equivocadamente, que puede manipular el mercado interno mediante leyes y decretos que establecen regulaciones y controles, desestimando por completo la influencia inevitable del mercado externo. Ni siquiera si Venezuela fuese un país autosuficiente -que está cada día más lejos de serlo-, podría permitirse semejante despropósito.

La globalización es un fenómeno irreversible. Eso es algo que el socialismo no pudo evitar. China se percató de ello y resolvió escindir su sistema en dos partes radicalmente opuestas: comunismo en la política, capitalismo en la economía. La Cuba fidelista se mantuvo en el yerro y, por lo tanto, en el pauperismo, mientras continuaba su interminable e imposible proceso de construcción de una utopía. La Cuba raulista parece, en cambio, encaminarse por la vía del sacudimiento del socialismo en el ámbito económico y, tímidamente, en algunos derechos y libertades.

Venezuela va contra la corriente del resto del mundo globalizado, sólo porque un grupo de sujetos trasnochados está empeñado en convertir al Estado en empresario y en manejar la economía nacional sin tomar en cuenta nuestra dependencia de otras economías, por cierto, mucho más desarrolladas y estables que la nuestra.

El experimento que está haciendo el gobierno de manera tan irresponsable e insensata con nuestras industrias básicas, con el sector privado y con nosotros, los ciudadanos-consumidores, ocasionará en cualquier momento un estallido social con peligrosas consecuencias para todos. Pero lo más preocupante es que nos costará mucho tiempo, dinero y esfuerzo recuperarnos del desastre económico y alcanzar a aquellos países que progresan mientras el nuestro retrocede.

3 de junio de 2008

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