La irracionalidad engendra violencia

¿No le ha pasado alguna vez a usted quedarse frente al televisor, con la mirada fija en un punto cualquiera, mientras las imágenes se suceden, una tras otra, porque determinada información le ha dejado pensativo?

Quizá en varias ocasiones lo que ha visto en la pantalla, leído en la prensa u oído en la radio ha cautivado su atención hasta hacerle perder el hilo de las siguientes noticias, porque aquélla resultó particularmente interesante, tanto como para sacudir ciertas emociones y activar la reflexión a partir de una serie de interrogantes -por qué, cómo, para qué, hasta cuándo… -difíciles de responder o acaso sin respuestas.

Sucesos como, por ejemplo, que una multitud, en su mayoría madres desesperadas con niños llorosos, "tomen" un supermercado, o que un grupúsculo de intolerantes intente "tomar" un canal de televisión, o que efectivamente "tomen" la sede de un Palacio Arzobispal.

Estos hechos, que corresponden a noticias muy recientes, siendo tan distintas en cuanto a sus fines, tienen, sin embargo, una misma causa: determinada conducta del gobierno. En estos casos, como en casi todos, el gobierno ya no es un ente abstracto y colectivo, sino un individuo identificable e identificado que lo representa, cuya conducta personal influye en el comportamiento de otros individuos. Esa conducta, dada la violencia con que se manifiesta, genera, necesariamente, acciones y reacciones irracionales. En el primer caso, la escasez de leche -producto primario- impulsa a los padres con hijos pequeños, más que a los demás, a obtener ese alimento a toda costa y a cualquier costo. En los otros dos, la libertad -valor fundamental- es intolerable para algunos sujetos que, excediendo los límites de la suya, pretenden cercenar la libertad ajena.

Es entonces cuando congelamos las imágenes en nuestra mente, porque necesitamos "pensarlas" para hallar respuestas a las múltiples preguntas que "toman" por asalto nuestra capacidad de comprensión y nuestra extenuada paciencia. Son hechos como estos los que abonan tantas dudas acerca de quiénes éramos y en qué nos hemos convertido; los que obligan a hurgar en el pasado para saber dónde fallamos, y a enfrentar la realidad para averiguar cómo la arreglamos.

Esta clase de acontecimientos, que son consecuencia de las decisiones equivocadas y la conducta irracional asumidas por quien detenta el poder y por aquellos que le imitan, nos deben conducir al análisis y a la solución del más grave de nuestros problemas: la violencia. El desabastecimiento es un hecho tan violento como las agresiones de una turba intolerante contra las instalaciones de una televisora y los insultos proferidos por el jefe de Estado contra propios y extraños.

Es condición indispensable para el restablecimiento del orden y la paz social inculcar en la sociedad la confianza en la justicia, el respeto a la autoridad y el cumplimiento de las leyes, pero estos objetivos no pueden lograrse cuando el mayor corruptor de jueces y el más irrespetuoso y desobediente de los ciudadanos es el propio presidente de la república.

4 de marzo de 2008

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