Un país para vivir

La Navidad es una celebración especialmente significativa para los pueblos de fe cristiana. El nacimiento del Mesías coincide, con pocos días de diferencia, con la llegada de un nuevo año. Es comprensible, entonces, que en estas fechas afloren los mejores sentimientos. Así, se entiende que consideremos propicio desalojar de nuestro interior el desaliento, las penas, los rencores y, en su lugar, hospedemos la esperanza, la alegría y el amor.

En Venezuela, convendría que la Navidad durase todo el año, al menos durante el próximo lustro. Quizá ello contribuiría a mantener en nosotros el ánimo necesario para reparar los puentes rotos, llenar de buenas intenciones nuestros actos e intercambiar los mejores deseos. No cabe pensar en la posibilidad de seguir atizando el feroz incendio que nos devora con sus llamaradas de ira e intolerancia, sin el riesgo de destruirnos como individuos y como sociedad. Es preciso aplacar ese fuego con agua bendita, con caudalosos ríos de paciencia, con manantiales de transparente diálogo, con un Chinak Merú de ideas posibles, con un Salto Ángel de cariño.

Si la reconciliación es un gesto que surge espontáneamente de la necesidad de acabar con un sufrimiento poniendo fin a un conflicto, es absurdo forzar la reconciliación entre seres o grupos cuyos sentimientos y convicciones parece que no desembocarán jamás en un mismo mar. Sin embargo, hoy más que nunca los venezolanos debemos considerar nuestra situación pensando en el bien común, reflexionando acerca de las desventajas de esta diatriba insensata que nos empobrece, nos embrutece y nos enluta.

Si no logramos reconciliarnos, por las razones o sinrazones que privan en unos y en otros, tratemos, por lo menos, de buscar algún punto de encuentro para discutir las diferencias y plantear soluciones a los problemas del país que a todos nos interesan y afectan. ¡Qué importa si la mejor propuesta la ofrece este o aquel! Lo importante es que esa solución, si es efectiva, la aplique tanto este como aquel, desde la posición de cada cual. Deseamos un país donde se pueda estudiar, trabajar, prosperar y amar en sana paz. Un país para vivir, no un campo de batalla.

25 de diciembre de 2007

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