Sin ambigüedad ni romería

No entiendo a alguna gente. Si todos los esfuerzos que se hacen desde la oposición traducen el descontento de la mayoría de los venezolanos; si lo que expresamos, desde hace poco menos de nueve años, es un rotundo ¡no! a las presiones, imposiciones y pretensiones de este gobierno; si hemos comprobado, una y otra vez, el talante antidemocrático de Hugo Chávez, ¿cómo es que ahora, precisamente después del referéndum en el que su propuesta fue rechazada, a algunos dirigentes políticos y estudiantiles, autoridades universitarias y eclesiásticas, comunicadores sociales y empresarios, les ha dado por declarar que ellos no quieren que Chávez se vaya, sino que se quede, pero que gobierne?

¡Qué clase de oposición es esta que, por un lado, no se cansa de denunciar las tropelías de los funcionarios públicos, la corrupción masificada que infecta a todas las instituciones del Estado, la incompetencia de sus ministros, gobernadores y alcaldes, la ineficiencia de su gestión gubernamental, el despilfarro escandaloso de los recursos nacionales, y, por el otro, insiste en que el hombre que ha sido y es objeto de nuestras más enérgicas protestas y manifestaciones, el gobierno que ha sido y es causa de las mayores desgracias en el país, lo único que tiene que hacer durante el resto del periodo presidencial es gobernar! ¡Cómo va a gobernar quien solamente sabe gritar, insultar y destruir!

Algunos han llegado incluso más lejos, al negar, sin el menor rubor, que sean antichavistas. Y si no son antichavistas, entonces ¿qué son?

Sugeriría a estas personas dejar la ambigüedad y plantarse con toda claridad ante la sociedad venezolana. Tal como están las cosas, especialmente en el escenario político, lo que está en riesgo es la libertad de todos, lo que podemos perder, tarde o temprano, no sólo es la casa, o el carro, o el empleo, sino el país.

No hay tablero para eso que en los sistemas democráticos medianamente normales se denomina "juego político". Aquí lo que hay es un estado de emergencia social y económica, provocado por la renuencia del gobierno a construir puentes de diálogo, y por su incapacidad manifiesta para resolver los problemas más acuciantes de los venezolanos.

Vamos a centrarnos, desde nuestra acera oposicionista e incuestionablemente antichavista, en lo importante: trabajar por reconquistar los espacios cedidos o perdidos y por recuperar la confianza y el voto de los ciudadanos, lo que solamente puede lograrse mediante el ofrecimiento de una opción seria, viable y efectiva. Una opción útil para todos, sin demagogia y sin romería.

Y dejen de poner la otra mejilla ante quienes no dudarán en cortarles la cabeza si se descuidan. No necesitamos mártires ni héroes; necesitamos gente decente y capaz para sacar a Venezuela del abismo.

18 de diciembre de 2007

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