El hombre más rico de EE.UU.

La revista Forbes acaba de anunciar su famosa lista anual de las personas más ricas de Estados Unidos de América, la sede del "imperio", el caldo de cultivo del neoliberalismo salvaje, el cuerpo donde late el corazón capitalista de Wall Street.

El primer lugar ha correspondido, por decimocuarta vez consecutiva (como si se tratara de una reelección indefinida), a Bill Gates. El rey de los nerds, ya cincuentón, pero siempre con cara de chamo, acumula la despampanante suma de $59.000.000.000, equivalente a Bs.126.850.000.000.000 (de los débiles, calculados al cambio oficial de Bs.2.150 por dólar). Si calculamos por el precio en bolívares del dólar paralelo (a la fecha de escribir este artículo se sitúa en su máximo histórico Bs.4.980), entonces hablamos de Bs.293.000.000.000.000.

¿Por qué Bill Gates tiene tanto dinero para él solito? Por muchas razones. Una de ellas es porque tuvo una idea genial que pudo desarrollar con libertad, en un país donde la inteligencia es una de las cualidades más valoradas, y donde todo aquel que se propone una meta, si trabaja con disciplina y constancia, tiene altísimas probabilidades de lograrlo.

Otra, que tanto el proceso de experimentación de su idea, como el de su comprobación y reconocimiento, contó con los medios adecuados en un ambiente de condiciones idóneas. Otra más, que su producto constituyó una auténtica revolución tecnológica con más efectos positivos que negativos para el mundo. Por lo tanto, sus programas significaron para la gente mejor rendimiento y producción en sus actividades, mejores herramientas de trabajo y, en definitiva, mejor calidad de vida.

Todo este esfuerzo y su resultado tienen, necesariamente, un valor en dinero, porque es un bien de consumo por el cual las personas pagarán un precio con el fin de obtenerlo. El producto ha sido continuamente mejorado debido a las exigencias y expectativas de los consumidores, dispuestos a pagar más por algo mejor. ¿Por eso es tan rico? Sí, porque sus productos son los que más se venden, porque las acciones de su compañía Microsoft se cotizan en la Bolsa, porque además de nerd, es buen comerciante, exitoso empresario y, para colmo, filántropo. O sea, buena gente.

Pero, ¿es malo que Bill Gates sea rico y, encima, el más rico? La respuesta a esta pregunta se la dejo a usted, lector. Lo que me propongo destacar es que el joven Bill logró convertir una idea en un producto de consumo masivo que representa múltiples beneficios para millones de personas en todo el planeta. Y que pudo hacerlo porque se dedicó a lo que quiso, no a lo que alguien más le indujera; porque la universidad donde estudió tenía recursos de todo tipo, desde aulas cómodas, laboratorios modernos y bibliotecas repletas de volúmenes; porque las condiciones de su país le permitieron desarrollar su talento y sus habilidades sin compromisos ideológico-políticos; en resumen, porque tuvo libertad para elegir y ejerció sus libertades de acuerdo con sus propios principios, su inclinación vocacional y su formación cívica. Nadie le exigió que militara en el partido republicano o en el demócrata. Nadie le ordenó uniformarse de verde o de azul. Nadie le impidió hacer su trabajo, ni condicionó la aprobación de su producto en la comunidad científica ni le cerró el camino hacia el éxito.

Si nuestros estudiantes tuviesen la posibilidad de vivir en paz, sin miedo y sin perturbaciones, en un país donde se respetaran los derechos y libertades; si brillar como el mejor de la clase no fuese condenado por los otros compañeros e incluso por los profesores; si ser exitoso no generara tantas sospechas, con seguridad habría unos cuantos Bill Gates venezolanos contribuyendo con el bienestar del país. Y a nadie tendría que importarle si eran ricos o de medio pelo, porque el verdadero valor se tasa en términos de calidad humana.

26 de septiembre de 2007

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