Cómo será ser Presidente

Supongo que ser presidente de un país es una experiencia excepcional, que no tiene nada que ver con lo que pueda uno imaginarse desde la anónima posición del ciudadano de a pie. Me pregunto qué piensan los candidatos a la Presidencia cuando deciden que quieren llegar a ocupar ese cargo. Supongo que estarán convencidos de que nadie más merece lograrlo, porque -según sus personales conclusiones- nadie más puede hacerlo mejor.
Conseguido el triunfo, me pregunto si no se les nublará la vista ante la multiplicidad de problemas que se les plantean, y si acaso dudarán de sus posibilidades de éxito para solucionar, por lo menos, la mitad de ellos. Pero, ¿qué sucede cuando por fin se hallan solos en la intimidad de sus alcobas palaciegas? ¿Qué le dicen a la persona que encuentran en el espejo cuando se cepillan los dientes? ¿Qué clase de sensación les produce saberse el ciudadano más importante del país, seguido a todas partes, adulado por cuantos le rodean, amado por quienes le eligieron, criticado por los adversarios? ¿Se levantarán a medianoche de esos primeros días, desvelados por la emoción, a recorrer los pasillos y dependencias de su nuevo hogar, procurando convencerse de que están donde tanto deseaban? Al margen de las llamadas de sus homólogos, de sus compañeros de partido, amigos y familiares, ¿llamarán ellos por teléfono a alguien en especial con quien les provoque comentar lo que sienten en ese momento? Alguien a quien echarle el cuento: -Epa, mi pana, estás hablando con el nuevo jefe del Estado, ¿qué tal?

Supongo que se llevarán una sorpresa al descubrir que gobernar parecía, desde afuera, más sencillo de lo que es en realidad, pues a medida que asumen sus funciones las exigencias se multiplican y el tiempo se reduce. ¿Se sentirán cansados al final del día, agobiados por la agenda implacable, fastidiados de tantas reuniones, hartos del gentío alrededor? Y, a la hora de dormir, ¿conciliarán el sueño apenas ponen la cabeza en la almohada, o se revolverán bajo las sábanas como pollos en brasero, pensando, pensando, pensando…? ¿Disfrutarán del sexo con sus parejas (o con quien sea que compartan la cama) sin atravesar un comentario sobre el rollo económico, sin mentarle la madre a algún periodista imprudente, sin romper el encanto por un susto inoportuno?
Y cuando su desempeño arroja más errores que aciertos, ¿se dan cuenta de su fracaso, son capaces de reconocerlo, aunque sólo sea para sí mismos? ¿Se plantean en algún momento la opción de corregirlos? ¿Cómo se sienten cuando se enfrentan al descontento del pueblo? Y si no dan pie con bola por más que se esfuerzan, ¿no se les ocurre que podría haber alguien más capaz que ellos que merecería la oportunidad de intentarlo?

17 de julio de 2007

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comparte tu opinión sobre este post.

Instagram