Para quién escribe el que escribe

Escribir es un hábito, una disciplina, un oficio, una necesidad, una pasión, un vicio, un ejercicio espiritual, psicológico e intelectual. Pero es, también, una carga muy pesada, porque quien escribe se compromete a través de lo que expresa. Ese compromiso implica responsabilidad, no sólo ante uno mismo, también ante los lectores.

Decía Kotepa Delgado "escribe, que algo queda". Y de eso se trata, de que "algo" quede en la mente de quien lee. No se espera que todos los lectores coincidan con el articulista en sus puntos de vista, o con el académico en el análisis de determinada teoría, o con el escritor en el desenlace de una novela, o con el poeta en la composición de ciertos versos. Se espera, en cambio, que tales expresiones generen otras, provoquen posturas similares o distintas. Se aspira que, mediante la palabra, esa opinión, historia o poema "toque" al lector en su fibra más sensible, ya sea para la aceptación, la duda o el rechazo.
He vuelto a pensar en este aspecto del oficio a propósito de un comentario que me hiciera mi hermano: "Lo que escribes, no llega a quienes les escribes, porque sólo te leen las personas que piensan más o menos como tú". Tuve que preguntarme ¿por qué escriben los que escriben? No conviene dar una respuesta cuando la verdad es que cada cual tiene sus razones para escribir. Yo escribo porque hacerlo es para mí todo eso que he mencionado antes. El otro punto es: ¿para quién escribe el que escribe? ¿Elige el escritor a sus lectores? Definitivamente, no. Son los lectores quienes eligen, no al escritor, sino al producto de su trabajo. El apenas puede prever que su obra será acogida por tal o cual tipo de lectores.

Con respecto a los artículos de opinión -que es a lo que específicamente se refería mi hermano-, su comentario me obligó a replantearme: ¿en qué pienso cuando escribo sobre lo que sucede en mi país?, ¿en quién pienso cuando critico al Gobierno, a la Oposición, a los ni-ni?, ¿en quiénes pienso cuando veo mis artículos publicados en la prensa de papel o en la prensa digital?, ¿qué clase de personas son las que desearía que me leyeran?
Es verdad que cada artículo tiene de antemano sus destinatarios. Sé dónde están los lectores que me gustaría que lo leyeran. Pero también es cierto que cuando escribo, lo hago para mí antes que para alguien más. Escribo porque no me basta con pensar. Necesito ver lo que pienso y, además, transmitirlo. Cuando empiezo a escribir un artículo, al principio no me preocupo por quiénes van a leerlo, sino por cómo voy a expresar lo que tengo en la mente. A medida que la idea se va convirtiendo en un texto con sustancia, me concentro más en la apropiada selección de las palabras. Temo emplear un vocablo que distorsione el sentido de lo que quiero comunicar. Presto atención a la forma de la oración. Me cuido de las redundancias innecesarias. Procuro no extenderme demasiado. Sólo al final, cuando ya he leído y corregido varias veces el artículo, lo imagino impreso en el periódico, y es entonces cuando me pregunto quiénes lo leerán.

No me mortifica si les gustará o no. Lo único que me importa a partir de ese momento es que muchas personas, en todos los sectores sociales, lo lean, porque mi objetivo es transmitir una opinión y mi finalidad es inducir a una reflexión y generar otras opiniones.
Quizá mi hermano tiene razón en que esos escritos no llegan a las personas de determinados sectores, pero no albergo la menor duda de que para quienes escribir es una forma de respirar, aunque nadie nos lea, seguiremos escribiendo.

29 de enero de 2007

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