Avanzamos hacia atrás

Quiero ser optimista, pero alguien apagó la luz. Quiero creer que aquí hay futuro, pero le han borrado los días al almanaque. Quiero hacer planes, pero han roto las escuadras. Quiero sentirme bien, pero siempre surge algo que me hace sentir mal. Quiero pensar en una alternativa, pero las opciones se desbaratan solas. Quiero tener por dónde caminar, pero han roto las calles e invadido las aceras. Quiero vivir sin miedo, pero cuanto me rodea es violencia. Quiero vivir en paz, pero no me dejan.

Estoy harta de la brutalidad de la gente, de la mezquindad de los políticos, de la estupidez de los ingenuos, de la superficialidad de los periodistas, de la vanidad de los intelectuales, de la perversidad de los funcionarios, de la arbitrariedad presidencial, del ladronismo del gobierno, del amarillismo noticioso, de la incongruencia de la izquierda, de la ambigüedad de los centristas, de la arrogancia de la derecha, de la ignorancia masiva, del bochinche evasivo, de la falsedad diplomática, de la cloaca petrolera, de la ilegalidad institucionalizada, de la deformidad de la justicia, del extravío de los valores, del miedo endémico, de la apatía estudiantil, de la inseguridad urbana, de la pobreza, de la marginalidad, de la buhonería, del retroceso progresivo, de la ineficiencia pública, del caradurismo burocrático, de la paja ideológica, del descalabro partidista, de la desconsideración, sobre todo de la desconsi deración.

Cualquiera podría ver y oír lo que sucede en Venezuela, y pensar que se trata de una telenovela escrita a cuatro manos por Cabrujas y Padrón, transmitida en horario estelar, en la que se recrea cierto estereotipo, folclórico y entretenido, del venezolano. Pero nada de cuanto vemos y oímos es ficción ni realismo mágico. Cuando uno se levanta en las mañanas con la firme intención de tener un buen día, el primer café se amarga con las noticias de la radio, los titulares de la prensa, o los comentarios de cualquier programa de televisión, y entonces ya se sabe que no es un nuevo día, sino la prolongación del día anterior. No hay manera de escapar de ese círculo dentro del que zigzaguean los mismos temas y personajes. Mientras la mayor parte del resto del mundo progresa, nosotros avanzamos hacia atrás en todos los aspectos. Y tal parece que nadie aporta nada, pero nada, absolutamente nada bueno, enriquecedor, interesante, útil ni po sitivo.

Nada que nos enseñe a ser mejores personas y ciudadanos, nada que aumente nuestro conocimiento y apacigüe nuestro espíritu, nada que nos estimule e incentive para estudiar, trabajar y prosperar, nada que sirva para solucionar los problemas del país, nada que infunda confianza y alimente la esperanza, nada que nos convenza de que todo esfuerzo vale la pena, nada que nos haga sentir cómodos, contentos y seguros, nada que nos permita vislumbrar un horizonte más amplio, que nos dé la posibilidad de hacer planes, nada que nos augure un porvenir mejor.

¡Estoy harta de tanta incertidumbre! ¡Estoy harta de tanta desconsideración! ¡Estoy harta de que quienes gobiernan y quienes quisieran gobernar no quieren a este país y no tienen la menor consideración por los venezolanos!

12 de agosto de 2006

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