El fin del sufragio

Quien haya crecido en democracia, por deficiente que ésta sea o haya sido, cree en el sufragio y, por tanto, defiende su voto como la expresión de sus convicciones. Pero es necesario para ello que se den ciertas condiciones indispensables: un órgano electoral confiable y candidaturas competitivas. En Venezuela, actualmente, no existen tales condiciones. En consecuencia, se hace harto difícil asumir el voto activo como única opción a las elecciones presidenciales de 2006.

Por eso confunde y hasta molesta la actitud de la mayoría de los dirigentes de los partidos políticos de oposición ante el gravísimo problema que representa la parcialización del Consejo Nacional Electoral, cuya indiscutible por muchas veces evidenciada tendencia oficialista hace predecible el resultado de la contienda electoral. Ya que no cabe suponer que la dirigencia opositora pueda, a estas alturas, pecar de ingenuidad política, no queda sino pensar que su necedad de competir individualmente sin garantía de transparencia significa que están dispuestos a la crucifixión en cruces separadas. Si, en el mejor de los casos, se lograse finalmente la necesaria unidad de todos los partidos políticos de oposición con el consiguiente apoyo a un solo candidato, aún quedaría pendiente el problema de la parcialidad del CNE y la amenaza fatídica de las "maquinitas", de cuyos procedimientos tenemos ya experiencia.

La ecuación es muy sencilla: CNE manipulado + candidaturas individuales = derrota de la oposición. O bien esta otra: CNE manipulado + candidatura única de oposición / máquinas electorales = fraude.

La participación electoral en condiciones de legitimidad, legalidad y transparencia dependen, sustancialmente, de una renovación equilibrada en la rectoría del CNE, de la implementación del voto manual y de un monitoreo efectivo del desarrollo de los comicios tanto por las autoridades electorales como por los partidos políticos de todas las tendencias y los observadores nacionales e internacionales en los centros de votación. Aunque es de esperar la unidad consolidada de todos los partidos políticos de oposición en torno a un candidato único, parece una aspiración utópica por las razones o sinrazones que todos conocemos, con lo cual el dilema de "votar o abstenerse" se resuelve en la conciencia de cada cual, y que sea lo que Dios quiera.

Ahora bien, hay un aspecto de crucial importancia que debe ser tomado en cuenta: el partido de gobierno llegó para quedarse, es decir, asumió el poder con intención de permanencia, de modo que el proceso electoral queda reducido a una formalidad de mero trámite, ajustado a específicos fines mediante continuas reformas legislativas. Si alguien alberga dudas al respecto, sirva una declaración del propio Hugo Chávez cuando anuncia que su proyecto contempla "cambiar las estructuras económico-sociales. Este tránsito puede llevar 20 años..." (Blanco Muñoz, A., "Habla el Comandante", UCV, Caracas, 1998, p.615). Este y otros planes mesiánicos de alcance internacional implican una estancia indefinida en Miraflores.

Sin ánimo fatalista, el panorama hace prever el fin del sufragio en Venezuela, al menos como mecanismo de cambio y alternancia política. Entretanto, será de uso corriente para dar apariencia de legalidad y legitimidad a los objetivos del gobierno.

15 de octubre de 2005

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